Por Peter S. Goodman
16 junio 2016, (The New York Times).- Entre quienes manejan grandes cantidades de dinero, la posibilidad de que el Reino Unido decida salir de la Unión Europea parecía no solo remota sino extravagante.
Ahora, una semana antes de que los electores acudan a las urnas, los mercados financieros están tratando de asimilar la posibilidad de que el país pueda salir de la unión y las primeras señales de incertidumbre se empiezan a evidenciar en la economía global.
Como los habitantes de una localidad amenazada por un huracán que empiezan a prepararse ante cualquier eventualidad, los responsables de las empresas financieras comienzan a redactar sus planes de contingencia y supervisan los estragos que ya está provocando el brexit.
Los bancos centrales, desde Londres a Washington, están haciendo seguimiento a la tempestad mientras se preparan para añadir crédito a la economía en caso de que el miedo se apodere de los mercados.
El jueves la tensión aumentó luego de que la policía británica confirmara la muerte de la diputada del Partido Laborista Jo Cox, que fue atacada cerca de la ciudad de Leeds por un hombre de 52 años que la apuñaló y disparó. La policía no ha dado pistas sobre los motivos. Los partidos han suspendido los actos de campaña previstos. Cox, de 41 años, era partidaria de que el Reino Unido permanezca en la Unión Europea.
A medida que los inversionistas asimilan la posibilidad de que el mayor mercado del mundo se encuentre a días de un cambio caótico, han retirado dinero de aquellos lugares en los que detectan mayores riesgos para trasladarlos a depósitos más seguros como los bonos. La libra esterlina y la Bolsa de Londres viven momentos frenéticos.
El debate se centra ahora en cómo manejar los riesgos que conllevaría el brexit pero, como son tan difusos y tienen aspectos tan desconocidos, cualquier plan que trate de amortiguar esos riesgos es una mezcla de esperanza y presunción.
Los banqueros, ejecutivos y funcionarios están frente a una realidad desconocida.
Quizás el brexit solo alteraría el valor de la libra esterlina temporalmente, hasta que los agentes de bolsa centren su atención en otra situación atractiva.
Quizás inspire movimientos separatistas desde Escocia hasta España, envalentone a los populistas que se oponen al libre comercio en todo el continente y vuelva a plantear algunas preguntas de carácter existencial que ya carcomen el debate sobre la moneda única europea. Eso podría incrementar los miedos de los mercados.
Una salida británica también podría asustar a los inversionistas y llevarlos a trasladar sus carteras a valores más seguros como los bonos del Tesoro de los Estados Unidos. Este movimiento, a su vez, reforzaría el dólar, debilitaría las exportaciones de Estados Unidos y privaría de fondos a mercados emergentes.
Digan lo que digan, los políticos y empresarios saben que el único escenario realista es uno de incertidumbre y a pesar de sus planes y proyecciones, lo único que pueden hacer es esperar que las consecuencias no sean graves.
“No hay nada que puedan hacer frente a los mercados financieros. Los golpeará”, dijo Adam S. Posen, que fue miembro del comité de fijación de tipos de interés del Banco de Inglaterra y ahora preside el Peterson Institute for International Economics en Washington. “Si mi casa va a incendiarse puedo tener agua preparada, pero eso es lo único que puedo hacer”.
En el caso de los bancos centrales eso significa liquidez. La mayoría de los expertos asume que el Banco de Inglaterra y sus contrapartes están preparados para prestar dinero a las instituciones financieras que tengan problemas. Hace pocos días, el Banco Central Europeo se mostró dispuesto a inyectar dinero al mercado. En un discurso reciente, la responsable de la Reserva Federal de Estados Unidos, Janet L. Yellen, advirtió que el brexit podría tener “repercusiones económicas significativas”.
Gran parte del mundo de los negocios restó importancia al brexit y lo calificó como politiquería que sería derrotada por el sentido común. Pero las últimas encuestas muestran que los partidarios de la salida lideran las encuestas con un margen pequeño.
La City de Londres, el distrito financiero más importante de la Unión Europea Credit Andy Haslam para The New York Times
Según Laurence Wormald, jefe de investigación de FIS, una consultora que ofrece información sobre mercados y tecnología a empresas del sector financiero, la bolsa británica podría caer un 15 por ciento en caso de darse el brexit. La libra podría caer en una proporción similar.
Si un voto favorable al brexit afecta a la economía británica, el banco central podría implementar una disminución de las tasas de interés para reactivar la economía y motivar a empresas y consumidores a pedir créditos y gastar dinero. Pero también podría hacer lo contrario para evitar una devaluación.
El comercio podría ser el sector más afectado pues la mitad de las exportaciones del Reino Unido se quedan en la Unión Europea y muchas multinacionales tienen en Londres su sede para toda Europa.
Quienes hacen campaña a favor del brexit aseguran que la salida no cambiará nada, que el país seguirá siendo miembro del mercado único dos años más mientras negocia nuevas condiciones con los otros 27 estados miembro.
Pero si las negociaciones no llegan a término, su comercio con Europa podría pasar a ser regulado por los términos de la Organización Mundial del Comercio que permite que cada país apruebe tarifas y cuotas a las importaciones.
El debate sobre el brexit está lleno de referencias a modelos económicos alternativos. Noruega tiene acceso al mercado europeo pese a no ser miembro de la unión. Suiza goza de un acuerdo similar gracias a una serie de tratados. Pero en ambos casos aceptan algo que los partidarios del brexit no están dispuestos a aceptar: la circulación libre de personas a través de las fronteras.
Los promotores de la salida de la unión insisten que el Reino Unido podría negociar un acuerdo a su medida. Muchos economistas se refieren a esa opción como un punto medio entre lo imaginario y lo delirante.
Sin embargo, si triunfa el brexit, la Unión Europea podría hacerle pagar un alto precio a Gran Bretaña como advertencia a otros países que estén pensando en seguir sus pasos.