- A dos años del trasplante, Bertha de la Rosa, volvió a trabajar, disfruta de sus nietos, sale de paseo los fines de semana y regresó a su ballet de música disco que tanto disfruta
Su impotencia de no poder mitigar el dolor que una insuficiencia renal causaba a su esposa, y la declaratoria médica de que ella era candidata a trasplante, motivó a Gustavo Chávez Ramírez a donarle uno de sus riñones para continuar una vida juntos.
Gustavo y Bertha de la Rosa, son una pareja que procrearon dos hijos varones, siempre estuvieron unidos y habían compartido ya 25 años casados, razón suficiente para sobrellevar el tratamiento de una hemodiálisis durante un año y a la par, todo el protocolo requerido para llegar hasta el día de trasplante, un 15 de enero del 2015.
Bertha llegó acompañada de su esposo a la sala de urgencias del hospital N° 33 del IMSS con síntomas de gripe, pero acompañada de inflamación de piernas, picazones en el cuerpo, dolor de cabeza, ya comía poco y tenía dificultad para caminar. Los médicos determinaron internarla, de ahí, la pasaron al sexto piso donde se atiende a los pacientes de insuficiencia renal.
Los estudios revelaron que su riñón derecho ya no trabajaba y que el izquierdo solo funcionaba al 10 por ciento, por la cual tuvo que ser sometida a un proceso de hemodiálisis, pero desde entonces, los médicos la declararon candidata a trasplante y le pidieron buscara tres posibles donadores.
En un principio uno de sus hijos de 22 años manifestó su voluntad de donar, pero el padre Gustavo prefirió ser él quien se sometiera a la cirugía. Asi, el hombre colaboró con todo el protocolo requerido por el hospital hasta que se determinó que sí era candidato a la procuración del órgano.
La pareja enfrentó el proceso de hemodiálisis, y a la par, se preparaban para un trasplante, el protocolo duró un año, a veces desgastante pero siempre prometedor.
En ese tiempo Bertha se sometió al visto bueno de nueve especialistas, el otorrinolaringólogo, estomatólogo, ginecólogo, cardiólogo, gastroenterólogo, infectólogo, urólogo, nefrólogo y cirujano de trasplantes. En tanto, Gustavo siguió las indicaciones médicas para que su riñón se pudiera procurar con éxito.
El hombre se mostró fuerte y solidario, dejó de trabajar durante ese año y asignó a sus hijos la responsabilidad de su negocio. De pronto Bertha flaqueaba, porque no quería sentirse como una carga, pero recuerda que su marido nunca renegó, al contrario, en ocasiones ella quería ocultar su dolor, pero él con mirarla sabía que algo estaba mal, y la llevaba al hospital todas las veces que fuera necesario, a cualquier hora del día, eso a Bertha le fortalecía.
Por fin llegó el día del trasplante, un 15 de enero de 2015, la noche anterior hubo tensión, miedo pero también esperanza, a las 6 de la mañana se despidieron, pues ambos irían al quirófano, pero además, Bertha estaría aislada por un mes en el hospital y posteriormente en casa con restricción de visitas y sumos cuidados para evitar recaídas. Estar aislada de su familia fue el episodio más doloso, expresó la paciente.
La reincorporación a su vida normal tuvo que darse de manera paulatina y cuidadosa, siempre en apego al tratamiento médico y bajo la supervisión de los especialistas.
Recién trasplantada tuvo a su primer nieto, “me llevaron en silla de ruedas y bien tapada, pero pude estar ahí por cinco minutos para conocer a mi nieto, lo abracé y lo besé, soy la abuela más feliz”.
Expresó su gratitud para el personal que por más de un año le atendió en el Hospital 33 del IMSS “Gracias a su conocimiento, a sus atenciones y a sus cuidados yo estoy aquí contando esto, corrí con suerte, en todo momento tuve el apoyo de mi esposo, de mi familia, y de mis médicos, de las enfermeras, en la vida tendré con que pagarles.
El doctor Esparza, un ángel, el doctor Gurrola, el doctor Hernández, el doctor Córdoba, súper agradecida con ellos, súper profesional el equipo de hemodiálisis, enfermeras, médicos, infinitas gracias”.
A dos años del trasplante la vida de Bertha y Gustavo es distinta, “hago de todo, manejo, trabajo, canto y bailo, porque regresé a mi ballet de música disco que tanto disfruto y cada semana salgo al cine, a comer o a bailar como antes lo hacía con mi esposo”.
Entre el personal médico que intervino, hubo dos personajes relevantes, uno de ellos fue el Coordinador de Trasplantes en el Hospital 33 del IMSS, doctor Enrique Rafael Esparza Chávez, quien toma el liderazgo para que cada uno de los trasplantes de riñón tenga un desenlace exitoso.
Cobra importancia la labor del Cirujano de Trasplantes del Hospital, Fernando Gurrola Haike, quien comentó que los trasplantes de riñón son cirugías complejas que duran entre 3 y 4 horas en quirófano, pero el proceso de atención previa y post-quirúrgica es de entre 8 y 10 horas.
El cirujano mencionó que en una cirugía de trasplante no sólo se involucran el cirujano, anestesiólogo y nefrólogo, sino que se echa a andar a un gran equipo de trabajo que debe marchar al mismo ritmo para que todo salga bien y a favor de la salud del paciente.
“Nuestra responsabilidad es enorme porque trabajamos con la confianza del paciente y su familia. A una cirugía tan compleja debemos llegar en las mejores condiciones físicas y mentales, rodearnos de las mejores personas y tener una muy buena concentración para después alimentarnos de la gratitud de los pacientes que nos motivan a iniciar la labor cada día”.